El 7 de febrero de 1992 los gobiernos europeos pertenecientes entonces a la llamada Comunidad Económica Europea, firmaron en la ciudad holandesa de Maastrichtt un acuerdo, desde entonces llamado homónimamente así, que entronizaba un modelo de unión política europea basado en los criterios económicos y en el control financiero por parte del Banco Central Europeo. Las fuerzas que como IZQUIERDA UNIDA nos opusimos abiertamente a este acuerdo, casi en remota soledad, argumentamos que en realidad lo que se pretendía entronizar era el mercado, elevar a categoría constitucional índices como el déficit público y eso, se realizaba por la vía de los hechos ante la incapacidad de la ciudadanía europea de decidir esa pérdida brutal de soberanía económica. En una conferencia ante alumnos de la Universidad de Granada en febrero de 1996 el entonces coordinador federal de IU Julio Anguita afirmaba que Maastrichtt era una reforma constitucional encubierta. ¿A que casi 15 años después nos suena esto a rabiosa actualidad?
Estas argumentaciones, entonces tachadas por parte del PP y del PSOE, de antieuropeismo soviético, son hoy no solo un hecho objetivo y real, sinó la plasmación de que el modelo de construcción europeo estaba plegado a los intereseses de la plutocracia económica europea y lejos de beneficiar a las clases populares de cada país. Desde entonces varios hitos del proceso han dejado en evidencia el verdadero motor de esta Unión Europea, hitos que entonces nos parecían cándidamente inocentes pero que la crisis brutal del capitalismo occidental nos ha mostrado sin disfraces: 1990 liberalización de la circulación de capitales y armonización de programas de convergencia ecnómica, 1994 implantación del sistema europeo de bancos centrales, 1999 entrada del EURO sin emisión monetaria y 2002 entrada definitiva del EURO en moneda.
Quienes criticamos este modelo argumentamos que esta pretendida convergencia económica se realizaba sin tener en cuenta la convergencia de servicios sociales, la estabilidad laboral o incluso la existencia misma de empleo digno y estable para todos los ciudadanos de la unión. Lamentablemente algunos diputados y cargos públicos de IU encuadrados en Nueva Izquierda se atrevían a decir que Maastricht era “un escenario nuevo que traería la prosperidad a un mundo en el que acababa de caer el muro de Berlín y en el que la lucha de clases ya no tenía razón de ser”. Seguramente a Cristina Almeida o a Diego López Garrido hoy en día se le caerá la cara de vergüenza por semejantes afirmaciones en un país con casi 5 millones de parados y una tasa de beneficio empresarial de las más altas de la OCDE. Incluso hoy en día nadie discrepa de que los criterios de convergencia del Tratado coinciden a pies juntillas con las recetas neoliberales que el FMI invita a aplicar en las economías del viejo contiente.
Osadamente incluso plantearon un TRATADO CONSTITUCIONAL EUROPEO que consagraba sin ruborizarse las recetas más conservadoras de la vieja escuela de Chicago. La práctica desaparición del control público en los servicios sociales, los modelos atlantistas en la defensa territorial europea y la desaparición de la negociación colectiva y los derechos sindicales de los trabajadores. Tratado afortunadamente derrotado en Francia y Holanda (que no en España donde miles de votos que ni siquiera habían leído el texto dieron un abrumador sí al mismo orientados por la llamada a rebato del PP y del PSOE).
Lo terrible es que a cambio de Fondos Estructurales y ayudas de formas diversas hemos ido aceptando el desmantelamiento orquestado de nuestra industria naval, siderúgica, de transformación... hemos aceptado Politicas Agrarias Comunes injustas con nuestra producción e incluso muy inferiores a nuestra propia demanda interna, hemos aceptado cesiones de soberanía social y desmantelamiento de servicios públicos elementales, todo en aras de ese mito de la “Europa Sublime” que nos hacía menos catetos, menos Paco Martínez Soria llegando a la capital desde provincias.........
El modelo actual de construcción europea es un fraude, es un montaje teatral cuyos tramollistas: Francia y Alemania, suben y bajan el telón sin importarles que actores están interpretando la función. Que consiguen que una reforma constitucional, tema tabú cuando se trata de avanzar a un estado federal y republicano, se tramite en menos de lo que dura la vuelta ciclista a España.
Hace poco el propio Julio Anguita, cruficicado una y mil veces por su defensa de un modelo alternativo al actual en el proceso de construcción europea decía sobre el tratado: “El Tratado de Maastrichtt que aherrojó a la clase trabajadora, es verdad que con el permiso de muchos sindicatos que se creyeron el cuento chino de la construcción europea de los mercaderes (…) y sin embargo la canción era Europa, Europa, Europa, un discurso vacuo, sin sentido, un discurso del disparate, del retroceso de los trabajadores (…) ¿No hemos aprendido ya en estos años a dónde nos conducen las buenas palabras: Europeístas, el consenso, el acuerdo?“.
Es momento de que los pueblos de Europa asumamos en error de que la plutocracia europea dirigiese nuestro modelo de convergencia económica y social y planteemos, desde la calle pero indudablemente también desde nuevas mayorías parlamentarias anticapitalistas, otra europa social, democrática y popular.
*Coordenador Local de Esquerda Unida de Vigo e cabeza de lista de EU ao Congreso pola provincia de Pontevedra
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